Camino por
el pasillo blanco sin ventanas.
Y por
primera vez no hay nadie a mi lado vigilándome.
Mis decisiones
se resumen en huir o seguir.
Pero este
camino es demasiado estrecho como para regresar.
Llego a la
puerta que para variar es blanca.
Toco tímidamente;
abren y él está ahí, esperándome
Su rostro es
el mismo de siempre, no se alegra de verme
Creo que ya
lo tengo fastidiado, siento pena por 164
Pero el quiso
verme así que supongo tendrá que aguantarme toda la hora.
Comienza con
la clásica rutina de preguntas por cortesía
Le respondo
de la misma forma que lo he hecho desde que lo visito.
¿Por qué no
me ofrece una taza de café?
Esta vez no
entiendo sus preguntas,
¿A quién
prefiero entre mi madre y mi padre?
¿Rojo o
blanco? ¿Cuchillo o pistola?
Pensé que
quería hablar de mi vida marcada por almohadas.
Incluso
pensé que me daría sus galletas redondas sin sabor.
Pero aunque
me incomoden, me gusta responder.
Ya han
pasado treinta minutos
Y lo sé
porque el mira su reloj cada 10 y vuelve al lápiz.
Miro por la
pequeña ventana detrás de él; un gato devora una pequeña ave.
Me lleno de
odio y rabia, he visto esa escena en personas imaginarias y reales.
Le veo y su
rostro empieza a cambiar de color, morado, azul, rojo, negro.
Su boca se
mueve de la misma forma, sigue sin tener ojos.
Tiene su
cráneo expuesto, ya lleva tiempo que lo veo así
El mismo
tiempo que llevo aquí.
Termina la
hora, lo veo aliviado.
Se despide
de mí, y me susurra la fecha próxima para vernos.
No sin
antes, prometerme galletas y dulces rojos, esos que se me antojan.
Madre se los
comió la última vez que respiro, yo se los di.
Llegan dos
hombres de blanco a mí sin haber pedido permiso para entrar.
Me sonríen y
me llevan con el psiquiatra del lugar.
Volteo a ver
a 164 desaparece entre colchones blancos.
Mis
favoritos.
.